sábado, julio 09, 2011

No jardim de Epícteto - Fernando Pessoa

 

Fernando Pessoa

No jardim de Epícteto / En el jardín de Epicteto

      Lo apacible de ver estos frutos y la frescura que sale de estos árboles frondosos, son —dice el Maestro—, otras de las tantas invitaciones de la naturaleza para que nos entreguemos a las mejores delicias de un pensamiento sereno. No existe mejor hora para meditar la vida, aunque sea inútil, de cuanto habita en el hecho de que, sin estar el sol en el ocaso, ya la tarde pierde el calor del día y parece que sopla el viento de la frescura de los campos.
      Son muchas las cuestiones en que nos ocupamos, y grande es el tiempo que perdemos en descubrir que nada podemos hacer con ellas. Ponerlas aparte, como quien pasa sin querer ver, es tarea inmensa para el hombre y pequeña para dios; nos entregamos a ellas como a un cualquiera que fuese a vender lo que no tenemos.
      Sosiégate conmigo a la sombra de los árboles verdes en los que no pesa más pensamiento que el secarse de sus hojas cuando llega el otoño, o el clavarse de sus múltiples dedos erguidos hacia el cielo frío del invierno pasajero. Sosiégate conmigo y medita cuán inútil es el esfuerzo, la voluntad extraña; y la misma meditación que hacemos, tampoco es más inútil que el esfuerzo ni más nuestro que la voluntad. Medita también en que una vida que no quiere nada no puede pesar en el discurrir de las cosas, pero que una vida que lo quiere todo tampoco puede pesar en tal discurrir pues no puede obtenerlo todo. Y obtener menos que el todo no es digno de las almas que piden la verdad.
      Más vale, hijos, la sombra de un árbol que el conocimiento de la verdad, porque la sombra del árbol es verdadera mientras dura, y el conocimiento de la verdad es falso en el conocimiento mismo. Más vale, para un justo entendimiento, el verdor de las hojas que un gran pensamiento, pues el verdor de las hojas puedes mostrarlo a los otros y nunca podrás mostrar a los otros un gran pensamiento. Nacemos sin saber hablar y morimos sin haber sabido decirlo. Nuestra vida se pasa entre el silencio de quien está callado y el silencio de quien no fue entendido, y en torno a esto, como una abeja al rededor de un lugar sin flores, se detiene incógnito un destino inútil.

      O aprazível de ver estes frutos, e a frescura que sai d'estas árvores frondosas, são — disse o Mestre, — outras tantas solicitações da natureza para que nos entreguemos às melhores delícias de um pensamento sereno. Não há melhor hora para a meditação da vida, ainda que seja inútil, do que esta em que, sem que o sol esteja no ocaso, já a tarde perde o calor do dia e parece que sobe vento do arrefecimento dos campos.
      São muitas as questões em que nos ocupamos, e grande é o tempo que perdemos em descobrir que nada podemos nelas. Pô-las de parte, como quem passa sem querer ver, fora muito para homem e pouco para deus; entregarmo-nos a elas, como a um senhor, fora vender o que não temos.
      Sossegai comigo à sombra das árvores verdes, em que não pesa mais pensamento que o secarem-lhes as folhas quando vem o outono, ou esticarem múltiplos dedos hirtos para o céu frio do inverno passageiro. Sossegai comigo e meditai quanto o esforço é inútil, a vontade estranha; e a própria meditação, que fazemos, nem mais útil que o esforço, nem mais nossa que a vontade. Meditai também que uma vida que não quer nada não pode pesar no decurso das coisas, mas uma vida que quer tudo também não pode pesar no decurso das coisas, porque não pode obter tudo. E o obter menos que tudo não é digno das almas que solicitam a verdade.
      Mais vale, filhos, a sombra de uma árvore do que o conhecimento da verdade, porque a sombra da árvore é verdadeira enquanto dura, e o conhecimento da verdade é falso no próprio conhecimento. Mais vale, para um justo entendimento, o verdor das folhas que um grande pensamento, pois o verdor das folhas, podeis mostrá-lo aos outros, e nunca podereis mostrar aos outros um grande pensamento. Nascemos sem saber falar e morremos sem ter sabido dizer. Passa-se nossa vida entre o silêncio de quem está calado e o silêncio de quem não foi entendido, e em torno d'isto, como uma abelha em torno de onde não há flores, paira incógnito um inútil destino.

s.d.
Pessoa Inédito. Fernando Pessoa. (Orientação, coordenação e prefácio de Teresa Rita Lopes). Lisboa: Livros Horizonte, 1993. - 272.

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